La primavera es época de graduaciones y entregas de premios. Son momentos muy emocionantes y todos deberíamos estar orgullosos de los logros de nuestros jóvenes. No es fácil ver a nuestros jóvenes completar un capítulo de su vida y extender sus alas hacia otro. Este es un momento en el que sentimos todas las emociones; felices por sus éxitos, tristes de verlos alejarse, emocionados de ver el camino que Dios les llevará a seguir. En medio de toda esta emoción, es nuestra responsabilidad mantenerlos arraigados en su fe y recordarles que todos los dones que poseen vienen de Dios. También debemos recordarles que escuchen a Dios en busca de dirección a medida que se adentran en la siguiente fase de su vida. La Biblia nos recuerda repetidamente que un buen administrador cristiano debe dar humildemente a Dios toda la gloria. "Humillaos ante el Señor y él os exaltará". - Santiago 4:10. Nuestros graduados sienten las presiones de la sociedad para alcanzar la fama, la fortuna y el éxito, las fuerzas motrices del mundo secular de hoy. No hay nada malo en estas cosas si nos esforzamos por conseguirlas con gracia y humildad. Sin embargo, la fama, la fortuna y el éxito no conducen necesariamente a la felicidad eterna o a la realización espiritual. La Biblia nos enseña que Dios quiere que todos seamos felices, pero que el egoísmo y el orgullo pueden hacerlo imposible. La Biblia nos dice que dejemos de lado nuestro propio orgullo y nos esforcemos humildemente por ser la mejor versión de nosotros mismos. "El que se enaltece será humillado; pero el que se humilla será enaltecido" - Mateo 23:12. Para vivir una vida humilde, debemos preguntarnos ¿Qué haría Jesús? Sí, ¿qué haría? Jesús sanaría a alguien y luego le diría a la gente que lo presenció que no se lo contara a nadie. Él no tenía ninguna intención de llamar la atención sobre sí mismo. Su atención se centraba siempre en los demás. Al hacerlo, nos dio el regalo más grande que jamás podríamos recibir, ¡la salvación! "Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:8). Como administradores cristianos, estamos llamados a imitar a Cristo y reconocer que Dios es el origen de la vida y la fuente de todas las cosas. Es una lección de humildad aceptar el hecho de que todo lo que somos y todo lo que tenemos es un don de un Dios amoroso y misericordioso. Esto nos lleva naturalmente a crecer en humildad. "Porque todo el que se enaltece será humillado, pero el que se humilla será enaltecido" - Lucas 14:11. - Shannon Roh es la Directora Ejecutiva de la Oficina de Desarrollo y Corresponsabilidad de la Archidiócesis de Mobile.