‘Estoy demasiado ocupado para rezar". Sé que todos hemos sentido eso en muchas ocasiones y quizás lo hemos escuchado de otros. San Francisco de Sales dijo una vez: "Cada uno de nosotros necesita media hora de oración al día, excepto cuando estamos ocupados - entonces necesitamos una hora". Esto parece contradictorio. Si estoy demasiado ocupado para rezar durante 30 minutos, es evidente que estoy demasiado ocupado para rezar aún más tiempo. A veces nos sentimos inundados de tareas que parecen muy importantes y que ciertamente se nos exigen. Cuando me siento abrumado me vuelvo muy ineficaz. Mi mente corre de una cosa a otra y parece que no consigo hacer nada. Se produce un ciclo en espiral y me quedo cada vez más atrás. La oración es poderosa en estos momentos por dos razones. En primer lugar, la oración nos ayuda a ver con mayor claridad lo que es más importante y las formas en que puedo realizar estas tareas de la manera que el Señor desea. A veces, cuando rezo, la sensación de estar abrumado retrocede y veo que, aunque tengo muchas tareas, son manejables; no fáciles, sólo manejables. En segundo lugar, cuando rezo y pido al Señor la fuerza y la sabiduría para realizar las tareas necesarias que tengo entre manos, Él envía su gracia como ayuda. Es importante recordar que el resultado final de mi trabajo no es mi responsabilidad. En cambio, debo hacer la tarea o tareas a las que el Señor me llama y luego Él se encarga del producto final. La Madre Teresa dijo una vez: "No estoy llamada a tener éxito, estoy llamada a ser fiel". En esta línea me gustaría compartir una pequeña oración que me rezo a mí mismo muchas, muchas veces. "Señor, que cada uno de mis éxitos y cada uno de mis fracasos den gloria a tu nombre". Yo fracaso. Fracaso a menudo. Pero, si el Señor puede usar mis fracasos para hacer su voluntad, entonces no es realmente un fracaso. Permítanme darles un pequeño y rápido ejemplo de lo que quiero decir. Una vez estuve en una misa en la que el arzobispo era el celebrante. Asistían muchos sacerdotes y personas relacionadas con la educación católica. Después de recibir la Comunión estuve meditando sobre la Pasión de Jesús, concretamente sobre sus caídas. Mientras rezaba, el diácono que depositaba el Santísimo Sacramento dejó caer el copón y las hostias consagradas quedaron esparcidas por todo el santuario. Estoy seguro de que el diácono estaba mortificado y avergonzado. Pero para mí fue una bendición. Cuando esas hostias salieron volando pensé: "Jesús cae por cuarta vez". Fue un bendito momento de oración. Confiemos nuestros esfuerzos al Señor y no desesperemos cuando nos sintamos abrumados o nos sintamos fracasados. Pat Arensberg es el Director de la Oficina de Evangelización y Vida Familiar. Envíale un correo electrónico a [email protected] Para más información sobre los eventos de esta oficina, visítenos en mobilefaithformation.org