En otoño de 2021, los 67 millones de católicos de Estados Unidos fueron invitados a participar en la preparación del Sínodo mundial que tendrá lugar en 2023. En nuestro país se estima que participaron unos 700.000. En la Arquidiócesis de Mobile, se envió un cuestionario sinodal a cada párroco invitando a sus feligreses a participar. Las preguntas del sínodo se colocaron en la página web de la archidiócesis y se publicaron en "The Catholic Week" para que cualquiera pudiera participar. Nuestro resumen arquidiocesano se publica ahora en el sitio web arquidiocesano. Agradezco a las personas de nuestra arquidiócesis que enviaron sus respuestas a este esfuerzo. Cada resumen diocesano fue enviado a la USCCB para su inclusión en el resumen nacional. Recientemente se publicó el resumen nacional y recomiendo a todos que se tomen el tiempo de leerlo en su totalidad en usccb.org. El resumen nacional se enviará ahora a una fase continental y luego al Vaticano. Me resulta imposible resumir adecuadamente el informe final de 14 páginas en este artículo, pero permítanme ofrecer un resumen muy breve para aquellos que no puedan leer todo el informe final. Esto es algo de lo que incluye el informe final de la USCCB: Los católicos están experimentando "heridas" que afligen a la familia de la Iglesia. Están los efectos de la crisis de los abusos sexuales. También están los efectos persistentes de la pandemia del COVID-19 que afectó negativamente al número de personas involucradas en los ministerios. Pero, al mismo tiempo, la pandemia renovó en muchos el deseo de volver a experimentar la vida de la Iglesia. Existen profundas divisiones dentro de la Iglesia. La división que se encuentra en la vida política se ha filtrado en la Iglesia hasta el punto de que incluso la celebración de la misa se ha convertido en una causa de división que hace que las personas de cada lado se sientan juzgadas por las personas que difieren de ellas. Esta división se percibe también entre los obispos y, además, se percibe que el clero fomenta la división al permitir que ésta se infiltre en las homilías y los ministerios. Existe la herida adicional de la marginación de los que carecen de posición social y económica, como los inmigrantes, las minorías, las mujeres, los sin techo, los encarcelados y los discapacitados, y de otros que experimentan sus vidas como impedimentos para participar en la Iglesia, como los divorciados y vueltos a casar y los que son LGBTQ. La gente expresó que veía la Eucaristía como fuente de esperanza para una mayor unidad. Hay hambre de Dios en el pueblo y la gente valora la liturgia eucarística. Sin embargo, hay una división en cuanto a lo que constituye una "buena liturgia". La gente desea además una predicación más vigorosa por parte del clero. Al mismo tiempo, también se expresó la necesidad y el deseo de que la Iglesia sea más acogedora, con una mayor participación de las personas mencionadas en el párrafo anterior. Existe la preocupación de que la Iglesia dé prioridad a la doctrina sobre las personas y a las normas y reglamentos sobre la realidad vivida. Los participantes pidieron una Iglesia más diversa, tanto cultural como étnicamente, con más diversidad en la formación de la fe en la parroquia, en las celebraciones litúrgicas y en las experiencias sociales. Se mencionaron con frecuencia las barreras lingüísticas, aunque muchos consideraron que se estaba avanzando con misas y clero multilingües. La ordenación de mujeres surgió en las consultas sinodales no principalmente como una solución al problema de la escasez de sacerdotes, sino como una cuestión de justicia. El racismo y la reconciliación racial también fueron preocupaciones expresadas. Hubo expresiones generalizadas sobre el gran dolor que supone el hecho de que muchos jóvenes hayan abandonado la Iglesia y la conexión que se percibe entre los jóvenes que abandonan la Iglesia y el deseo de muchos jóvenes que quieren que la Iglesia se pronuncie sobre cuestiones que les importan, especialmente la justicia, la raza y el cambio climático. Los jóvenes expresaron su deseo de ser vistos y escuchados, especialmente participando de forma significativa en los consejos y ministerios parroquiales y diocesanos. Hubo una esperanza común de formación espiritual, pastoral y catequética de por vida como discípulos. Se mencionaron el estudio de la Biblia, los cursos presenciales y en línea, las conferencias, los debates en pequeños grupos y las convocatorias. Otro aspecto que se consideró central fue la necesidad de una mayor formación para que los seminaristas y el clero comprendan mejor las necesidades humanas y pastorales, posean sensibilidad y conciencia cultural, tengan un mayor énfasis en la justicia social, compartan recursos con los necesitados, equilibren la adhesión a las enseñanzas dogmáticas de la fe con la atención a las necesidades emocionales de sus feligreses, y aprendan a decir la verdad con empatía, creatividad y compasión. Además, se expresó con frecuencia la esperanza de reforzar la comunicación entre diócesis y parroquias, entre parroquias y feligreses, y entre parroquias y feligreses. Se expresó con frecuencia la necesidad de incluir a los laicos en la toma de decisiones y de reconocer el papel de los laicos en la misión de la Iglesia. He tratado de resumir el informe con la mayor precisión posible. Espero que puedan leer el informe completo.