Cuando era un niño solía ver los programas de lucha libre en televisión. Regularmente había dos bandos de luchadores: los técnicos, que se enfrentaban a los rudos o los buenos contra los malos. Uno de mis luchadores favoritos era El Santo, quien usaba una máscara plateada para cubrirse el rostro. Este luchador Mexicano trascendió los confines del cuadrilátero de lucha libre para llegar hasta el cine; en la pantalla grande el Santo se convertía en más que un luchador, era un superhéroe que luchaba por la justicia y en favor de aquellos vulnerables y desamparados.
A veces, la noción de lo que es un superhéroe comienza en la niñez, a través del televisor o tal vez leyendo las tiras cómicas de Superman, Batman o cualquier otro de los personajes ficticios que admiramos y que queremos imitar y ser cuando crezcamos. Generalmente estos superhéroes ficticios tienden a cubrirse el rostro para no delatar su identidad.
La época del nuevo coronavirus en que vivimos nos ha obligado a reflexionar en la identidad real de cientos de miles de hombres y mujeres que luchan día a día para combatir esta terrible pandemia. Estos héroes y heroínas anónimos abarcan todos los oficios y profesiones e incluyen las personas que recogen la basura en nuestras comunidades, paramédicos, enfermeros, médicos, trabajadores de granjas y fincas, personal de supermercados y policías. Todos ellos tienen algo en común, y es que cuando salen a sus trabajos, sabiendo que se están exponiendo al coronavirus, que potencialmente están sacrificando sus vidas por personas a las que nunca han visto y que tal vez no aprecian el sacrificio que hacen, están trascendiendo el instinto de auto preservación, están asumiendo la identidad de Jesucristo.
Estos superhéroes toman la identidad de Jesús cuando se olvidan de sí mismos y de su propio bienestar para asegurarse que los alimentos que consumimos estén disponibles, que la seguridad ciudadana se mantenga o que los enfermos tengan atención médica y sean tratados con dignidad.
Una heroína que sigue haciendo su labor sin llamar mucho la atención pública es nuestra Santa Iglesia Católica. Como el Santo, el enmascarado de plata, la Iglesia está constantemente luchando en favor de los pobres y los marginados, la Iglesia lleva fielmente la misión de proclamar el Evangelio de Cristo por todos los confines de la tierra y de prestar ayuda material y espiritual a quienes la necesitan. Para esto la Iglesia cuenta con una legión de superhéroes de los que no se oye hablar con mucha frecuencia, nuestros sacerdotes, religiosas y personas consagradas.
A todos estos “Santos”, todos estos luchadores que luchan incansablemente por el bienestar y la salud física, mental y espiritual de los afectados por el coronavirus, los mantenemos de manera especial en nuestros pensamientos y oraciones, y desde el fondo de nuestros corazones, en nombre de Cristo, les damos las gracias.
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When I was a child I used to watch wrestling on TV. One of my favorite wrestlers was “El Santo,” which means “The Saint,” and he wore a silver mask. This Mexican fighter transcended the confines of the wrestling ring to reach movie stardom. On the big screen, “El Santo” was a superhero who fought for justice and for the vulnerable and helpless.
Sometimes the notion of what a superhero is begins in childhood, by watching TV or perhaps by reading the comic books of Superman, Batman or other fictional characters that we admire. These superheroes often needed to cover their faces to avoid giving away their identity.
The era of COV-19 has forced us to reflect on the real identity of men and women who fight every day to combat this pandemic. These unsung heroes and heroines include the people who pick up trash in our communities, paramedics, nurses, doctors, farm workers, supermarket staff and police. They all have one thing in common: when they go to work, they know they are potentially being exposed to the coronavirus and may be sacrificing their lives for people they have never seen and who perhaps do not appreciate the sacrifice they make. They are transcending the self-preservation instinct, they become the face of Jesus.
These superheroes take on the identity of Jesus when they forget about themselves to make available the food we eat, to maintain public safety or to take care of the sick.
A heroine who continues to do her job without drawing much public attention is our Holy Catholic Church. Like “El Santo,” the Church is constantly fighting for the poor and the marginalized; the Church faithfully carries out the mission of proclaiming the Gospel of Christ throughout the ends of the earth and of giving material and spiritual help to those who need it. To accomplish this, the Church counts on legions of superheroes – our priests, religious and consecrated people.
To all these “Santos,” the Hispanic community of the Archdiocese of Mobile keeps them in a special way in our thoughts and in our prayers, and from the bottom of our hearts, in the name of Christ, we thank you.
— Deacon Hector J. Donastorg, is the Director of Hispanic Ministry for the Archdiocese of Mobile. He may be emailed at [email protected]